Lo más bello…la mujer.


Lo siento por quién no pueda agarrar de la cintura a una dama, o por quién no pueda alardear de su mano agarrada. Hay quién no puede estrechar su pecho con el de una mujer siempre bella. Y yo por él, lo siento. También por aquel que no sabe decir palabras bonitas a su cara – siempre hablamos de la mujer- ni tampoco abordar momentos en su noble mirada. De verdad que lo siento.

 

No disfruto más en este mundo que de la compañía eterna de una mujer. Las féminas. Lo femenino es el punto de partida y el punto final de toda vida. Un pájaro que vuela suave, que recoge sus alas suave y las despliega suave. Hay personas que las aprietan, o que no las llegan a tocar. Por ellos, lo siento. De verás que tristemente lo siento.

 

Pues es la mujer la alfarera que hace al hombre. La que cuece y enriquece su barro. La que pule sus defectos, la que une sus roturas. La que da vida sobre vida. La mujer.

 

¡Oh caballero! que no has gozado de su presencia, de su calor y de su simpatía, considérate en los infiernos de la vida y permíteme decirte que lo siento. Pues son pocas veces las que gozo de una mujer, pero cuando una de ellas me lo permite y en mi amor considero, me limito a abrazar su cintura y besar sus labios hasta ver caer el cielo.

 

Después de este texto hay quién puede tacharme de mujeriego, pues ya lo hacen, nada más lejos de la realidad de lo que aquí expreso, por ti también lo siento. Pues hablo de una mujer, de la mujer. Preciosa.

 

Lo más bello.