La ventana de luz


Con una venda alrededor de los ojos y con un frío impregnado en los huesos muy profundamente, permanecía quieto y atado de manos, cuyo lazo prendía ambas muñecas marcando una cruz a la altura de la pelvis, mi boca besaba el suelo y su hedor viscoso entraba fertilmente hasta la última papila gustativa del inmenso cielo de mi paladar, lo sentía más grande que nunca, y aquello olía a napalm y sabía a cebo podrido. Dolorido en demasía, como si un ejercito a paso firme hubiera pasado por encima de cada uno de mis huesos haciendo la instrucción o como si una ballena me hubiera usado de colchón o yo a ella de sábana blanca. No atinaba a mover ni un solo dedo y me dormí.

El dolor intenso y denso, volvió a despertarme, no sé cuántas veces ocurrió aquello pero… puedo asegurar que fueron muchas, para volverme a preguntar, una y otra vez,  qué hacía allí… porqué no era libre, y qué era aquello dónde estaba sumergido, tenía un halo de ficción que podía sentir alrededor de mi ser, aunque a veces, muchas de ellas, me ganaba la rutina cuando llegué a acostumbrarme a ella, y sólo hacía pasar las horas mirando el negro boreal de mis ojos empapados por la tela que los cubría, intentaba contar las personas, mejor dicho las difusas siluetas blancas que iban dibujándose mientras mi imaginación y mi mente se preguntaban que era lo siguiente que iba a aparecer.

Los sonidos llegaban sordos y nunca los eché de menos puesto que desde el momento que tuve conciencia de mi estado deploroso, no oí ninguno. Sólo, tenía conocimiento de que alguien más había en aquel lugar, puesto que en intervalos regulares alguien me abría la boca y me hacía engullir comida y agua. Esto me mantenía vivo. Pero no escuchaba nada. No sabía que era, aquella cosa no debía caminar sino levitar y carecía de respiración, no existían puertas deducí puesto que ni el más mínimo contacto con las visagras se hacia notar. También pensé que me había quedado sordo, era una posibilidad, o temporalmente al menos a causa de un traumatismo u otra actuación que malvadamente me estuvieran ejecutando.

Con el tiempo, realmente no sé cuánto pasó, notaba cierta recuperación en la fuerza de mis músculos y en la rigidez de mis huesos, los tendones aún padecían cierta inflmación y no me permitían con destreza realizar movimientos bruscos o imrpimir poder al músculo. Aún así pude con gestos exagerados de mi cara recolocar la venda unos pocos milimetros hacia abajo, viendo en ese momento un pequeño aistbo de luz que cegó completamente mi ojo derecho como si de un flechazo me atravesaran el globo ocular.

Aún yacía en el suelo. Y mi ojo casi 90º forzados hacia arriba, perpendicular a la visión frontal de cualquier humano, como intentando contar los pelos de mis pestañas. Tanto esfuerzo no valió para nada, la oscuridad había vuelto a aparecer en toda su plenitud.

En una de las sesiones, que «aquello» utilizaba para no dejarme morir de inanición, cometió un error, no pude dilucidar la magnitud del mismo, puesto que no sabía qué era aquello (el material) y tampoco para que podía servirme. Se quedó en mi boca con una argucia que realicé una bola de pasta (de algo que me hacía engullir siempre, sin masticar) que al retirarse, escupí y evitando de algún modo no arrastrarla con mi cuerpo fui ondulandolo a ras de suelo para conseguir colocar mis manos a la altura de mi boca para tomar aquella bola de cebo. Amasándola y ocultándola astutamente entre mis dedos y palma – aquí me sirvieron mis dotes de tahúr y años de hombre de avería – la esfera iba tomando consistencia, olía muy mal. No sabía para qué usarla pero allí la tenía, algo distinto y allí era lo único que tenía, aparte de mi cuerpo inservible, algo que podía salvarme la vida. O al menos eso pensaba durante muchos días hasta que definitivamente desistí, lancé la bola al suelo y caí como un papel que resiste el viento.

No aunaba ni un gramo de esperanza mi alma. Vacío hasta la extenuación de ideas, de ganas, no sabía ni podía continuar, yací para esperar mi muerte, tenía la intención de morder mi lengua y ahogarme con mi propia sangre. Pero aquello ya estaba contemplado por aquel ser, descubrí que tenía inteligencia y había colocado en mi boca una especie de guía que la atravesaba e impedía cerrar mi dentadura totalmente.

Tenía grandes lagunas y periodos de inconsciencia, estaba aturdido. Me imaginaba -no sé si igual que ustedes-  un lugar oscuro completamente, aunque…alguna vez vi luz, húmero y de suelo irregular y rasposo, sin puertas, con una abertura en una de sus paredes de piedra llorosa y averdinada. Con muchas, suficientes alimañas silenciosas, pero las notaba, las sentía. Y a un ser que deducí siempre era el mismo, por su halo y su simetría en las repulsivas acciones que conmigo realizaba.

Yo no tenía ropa o había quedado tan pegada a mi cuerpo que ya eramos la misma cosa, me imaginaba herido y contusionado, un ecce-homo. No quería ceder la forma de la venda, teniendo en cuenta que mi amigo visitante observara mi propósito y acabara no ya con mi vida sino que pudiera ampliar mi sufrimiento.

Continuará…