53 latidos


Te vi y comencé a contar. 1, 2, 3… así hasta 53. Me temblaban las manos y mi pulso vibraba, aún hoy y siempre.  Mis labios se mordían y mi ojos se asemejaban a los manantiales de agua clara al ver los tuyos frente a frente. Si te veo tumbada sobre la cama, y no puedo tocarte, pienso que algún día lo haré y así me alivio el dolor del amor que no te puedo entregar hoy. Quiero que sientas como mi alma pasa sobre tu piel, y abraza tus senos simulando ser  una cinta de seda… cómo luego, entra en tu pecho y te cuida, mi vida.

Gracias por traspasar la distancia  y hacérmelo sentir, por abrazarme en silencio cuando estoy dormido, por decirme esas palabras sordas que sólo tus labios saben moldear de una forma tan bonita, y que son las más hermosas que jamás no oiré. Gracias porque cuándo no estás, estás en mí, y por consentirme día a día.

Y al día. Hago un viaje. Sin retorno. No vuelvo. Me quedo en tus ojos.  Voy a bordo del amor, en este barco tan grande que me has regalado para navegar por tus aguas, impulsado por la vela de tus palabras, y guiado por tu luz, el faro de tus ojos me alumbra. Y lo atraco, echo el ancla cerca de tu sonrisa, y la caldera de mi corazón palpita y se alimenta de tu fuego,  que cada día está  más vivo.  Vivo y muero por tu puerto. Navegarlo a mar abierto, en tus aguas vivas y bravas.

53 latidos da mi corazón de más. Al verte, sentirte y disfrutarte.