La línea plana del corazón


No es el último electrocardiograma que me realizó el doctor. Alivio.

Ni el viento soplando fuertemente sobre el flanco de un castillo de naipes, formado por más de cuatrocientos, crea una línea tan plana como el título indica. Ni la recta de Euclides ni el andar de un sobrio. Ni cualquier disparo de un francotirador experto. Ni la flecha de Robin Hood. Ni guillermo Tell con su ballesta y la manzana.

Mirando la línea del horizonte me parece doblada. Ni siquiera asomado al perfil de la nariz griega, otrora que sobresale de la pared de una de las pirámides egípcias, me parece recta. Al menos tan firme y recta como la línea plana de mi corazón simbólico.

Hoy pintaron sobre mi corazón, con óleos, el horizonte. Sobre ella la pared de la pirámide que a su vez, el artista del destino esculpió la nariz griega. Antes de todo derribarse. Podría decir cómo realmente de plano es con bonitas y amargas palabras, pero no quiero llorar, y así lo digo. Bonito y sin gracia.

Mi corazón es plano, en el fondo de la línea, confirmando la ley de la «gravedad».